Libros

Es el algoritmo, ¿o no?

De un tiempo a esta parte está de moda hablar de algoritmos. Todas las grandes compañías de Internet se rigen por algoritmos, y eso lo sabemos incluso quienes procedemos del campo de las Humanidades. Tan importantes son esos algoritmos (recordemos, una secuencia de operaciones matemáticas) que su funcionamiento exacto se guarda celosamente, como si de un secreto de estado se tratara. Quienes publicamos en Amazon sabemos que algoritmos, haberlos, haylos. Nadie conoce con exactitud su funcionamiento (a pesar de los numerosos vídeos que pretenden explicarlo), pero ahí están, como la Puerta de Alcalá.

Muchos se preguntan por qué un libro tiene mayor o menor éxito (entiéndase, ventas) y al final lo achacan a los caprichos de los logaritmos. Sin embargo, conviene desmitificar un poco este asunto. Sabemos que los libros no se venden solos, por muy buenos que sean. Sabemos, también, que la visibilidad de una obra guarda relación con el trabajo que se invierte en promocionarla. Por supuesto que hay que partir de un buen libro, pero eso solo no es suficiente. Lo sabemos, pero no siempre actuamos en consecuencia.

Existen factores cruciales, como la elección de palabras clave, categoría o género, descripción del producto, utilización de contenidos promocionales o publicidad, que a menudo se pasan por alto. Siempre se puede culpar al algoritmo, pero lo cierto es que un trabajo concienzudo y profesional, serio, constante y paciente, son la base de todo éxito. Puede ocurrir, y de hecho sucede, que no siempre el esfuerzo se vea recompensado con los resultados esperados. Sin embargo, sin esfuerzo nunca habrá resultados. Así de simple.

Los escritores autopublicados tenemos la responsabilidad de suplir la falta de apoyos externos con una doble ración de dedicación. Nadie va a mover un dedo por nosotros. Al algoritmo se le puede ayudar, que no sustituir ni vencer, con un trabajo bien hecho a lo largo de todo el proceso editorial. El algoritmo hará su trabajo. Hagamos nosotros el nuestro. Lo primero no lo podemos cambiar; lo segundo, sí.