Dice la página de formación para escritores Sinjania que para los autores autopublicados la distribución de sus libros es un escollo. Razón no le falta. En realidad, pienso que hablar de escollo es quedarse corto. Fuera de los cauces tradicionales de las editoriales, la distribución de los libros es poco menos que imposible.
En el caso de los libros digitales, plataformas como Amazon o similares son más que suficientes para llegar a todos los rincones del mundo. No hay nada mejor. Sin embargo, a la hora de vender en formato papel, las cosas cambian. Si bien sigo pensando que Amazon es una excelente librería para todo tipo de formatos, no todo el mundo tiene acceso (todavía) a ella, o la costumbre de adquirir sus libros a través de ese medio. Lo ideal sería poder distribuirlos a través de las librerías en cada uno de los países de habla hispana. Y ahí es donde reside, precisamente, el problema. Por definición, los escritores autoeditados estamos fuera de ese circuito. Se nos hace, literalmente, el vacío.
Todavía existen prejuicios contra aquellos que osan publicar prescindiendo de las editoriales al uso. Se nos mira con recelo y nadie parece dispuesto a admitir que hagamos competencia a quienes controlan este mundillo. Tarde o temprano, las cosas van a cambiar. Seguro. Pero mientras llega ese momento, los autores indies nos las tenemos que ingeniar para hacer la mejor distribución posible con muy pocos o nulos recursos a nuestro alcance. Nadie dijo que esto fuera a ser fácil. Ahora bien, contamos con nuestro propio entusiasmo y el de nuestros lectores. Juntos conseguiremos que el modelo obsoleto y abusivo de las editoriales «de toda la vida» pase a mejor vida (o, como mínimo, que pueda coexistir con otros modelos alternativos). Y eso sucederá más pronto que tarde…